¿Hay un Dios que se Preocupa Por Mí?

¿Hay un Dios que se Preocupa Por Mí?

February 15th, 1981 @ 10:15 AM

¿HAY UN DIOS QUE SE PREOCUPA POR MÍ? Dr. W. A. Criswell Salmos 42:1-3 2-15-81     10:15 A.M.   En la serie de grandes doctrinas de la Biblia, nos encontramos en la sección de teología, la doctrina de Dios. El título de este mensaje es: ¿Hay un...
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¿HAY UN DIOS QUE SE PREOCUPA POR MÍ?

Dr. W. A. Criswell

Salmos 42:1-3

2-15-81     10:15 A.M.

 

En la serie de grandes doctrinas de la Biblia, nos encontramos en la sección de teología, la doctrina de Dios. El título de este mensaje es: ¿Hay un Dios que se Preocupa por Mí?  ¿Conoce mi nombre?  ¿Sabe que existo?  ¿Sabe algo de mí?  ¿Hay un Dios que me cuida, me conoce, que se preocupa por mí? En nuestra Biblia, en el libro de Salmos, el salmo 42 dice:

 

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,

así clama por ti, Dios, el alma mía.

Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo.

¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios?

Fueron mis lágrimas mi pan

de día y de noche,

mientras me dicen todos los días:

«¿Dónde está tu Dios?»

[Salmo 42:1-3]

 

No solo estos adversarios, sino parece que todas las cosas que conocemos y vemos en la vida rebaten el interés de una mayor omnipotencia en nosotros y nuestro bienestar. Como dijo un científico: “Estamos solos en el universo. Somos huérfanos”. Otro científico dijo:” El silencio del infinito me aterra”. ¿Hay algo más allá? ¿Hay alguien al lado de nuestra vida, y en la vida por venir, que tenga alguna consideración por nosotros? Prácticamente todo lo que conocemos defiende nuestra insignificancia. Los astrónomos, al describir el vasto infinito de la creación, se refieren a todo el mundo como un pequeño puntito en el gran espectro de la creación de Dios.

Y en esta tierra, al parecer, las montañas levantan sus cabezas en impotencia, los profundos valles son depresiones de desesperanza. Los océanos son los océanos y mares de sangre, de asesinato, violencia y guerra. Y los ríos de la tierra son los arroyos de lágrimas que brotan de los quebrantados de corazón de la humanidad. En nuestra propia vida y en nuestro mundo, en el planeta en el que vivimos, parece que somos como hojas de otoño, cayendo por inconmensurables, incontables millones en el suelo, para perecer con el resto de las hojas que caen a nuestro lado. Esta tierra no es más que un vasto cementerio ilimitado en el que enterramos a nuestros muertos.

Leyendo esta semana, vi una foto en una revista de un vasto océano, movido por un viento terrible. El título decía: “¿Quién se preocupa por mí?” Y la leyenda debajo: “Nadie se preocupa por mí, me siento como una pequeña mota insignificante atrapada en la turbulencia de la humanidad, zarandeándome con fuerza más allá de mi control”.

En uno de mis pastorados, un director de funeraria me pidió que llevara a cabo el servicio para un hombre. Cuando fui a la funeraria, no había nadie allí. Él dijo: “¿Puedes conseguir al menos una persona para que pueda ser testigo, por si alguna vez me preguntan si el hombre tuvo una decente cristiana sepultura, y pueda responder que sí?” Salí a la calle, encontré una hamburguesería y le pregunté al hombre si podía venir y estar conmigo en el servicio. Así que llevé a cabo el servicio con ese hombre de la hamburguesería sentado allí, compartiendo el tiempo. ¿Cuál era el nombre de ese hombre que yo enterré? ¿Le conoce Dios? ¿Era asunto del Señor? ¿Dónde está su tumba? Y ¿Puede Dios distinguir el polvo de la  humanidad caída del resto del polvo de la tierra?

¿Hay un Dios que se preocupa por mí? ¿Me conoce? ¿Sabe mi nombre? Un estudiante de postgrado en la Universidad de Tokio fue a Niko. Algunos de vosotros habéis estado allí, es una ciudad de santuarios. Fue a Niko, y al no encontrar a Dios allí, se fue a las montañas a una gran cascada y escribió esta nota: “He pasado por la difícil tarea de la educación  buscando a Dios, pero no lo encontré. Vine a Niko y continué esa búsqueda para encontrar a Dios, y no lo encontré. Me voy ahora al otro mundo para ver si puedo encontrar a Dios allí.” El artículo dice que saltó en su locura y cayó por el precipicio hasta su muerte. En los siguientes años, le imitaron otros 286 estudiantes hasta que el gobierno tomó medidas para evitar la terrible sucesión de suicidios.

¿Dónde está Dios? ¿Dónde puedo encontrarlo? Y ¿hay un Dios que se preocupa por mí? Por último, en definitiva, todos llegamos a este profundo, indescriptible anhelo y hambre: ¿Dónde está Dios? La juventud y la belleza pronto se desvanecen. La razón que dieron para el suicidio de Marilyn Monroe es que vio como pasaban los días, que su belleza se iba. Y, en lugar de enfrentar lo inevitable, se quitó la vida.

Cuando la juventud se ha ido, cuando la vida se ha ido, cuando el dinero no puede comprar todo lo demás y nos enfrentamos a un futuro definitivo e inevitable… ¿Quién está ahí? Y ¿me conoce? ¿Es mi amigo y le importo?

¡Buscar a Dios! Ese llanto por Dios está en nuestra alma más profunda. ¿Qué es el alma? No podemos definirla. No podemos verla. Pero sea lo que sea el “alma”, tiene en ella ese anhelo y esa búsqueda de Dios. “¿Dónde puedo encontrar a Dios?” En las historias de la raza humana, los hombres han mirado al sol y han dicho: “¿Eres Dios?” Y algunos de ellos adoraban al sol. Han mirado a la luna y han dicho: “¿Eres Dios?” Y adoraban a la luna. Miraban a las estrellas y decían: “¿Eres Dios” Y adoraban a las estrellas. Algunas mentes científicas han estudiado las leyes invisibles que gobiernan toda la creación y se preguntan: “¿Eres Dios, una primera causa fundamental…?” Otros han examinado los personajes mitológicos y les han adorado en el monte de Júpiter: “¿Eres Dios?” Otros en la historia han buscado una encarnación en un Buda, o en un Zoroastro, o en un Krishna:” ¿Eres Dios?”

Nuestras almas se preguntan: “¿Dónde está Dios?” Y nuestros corazones, nuestras propias vidas interiores, nuestro espíritu más profundo, son conscientes de él. Dios se acerca y nos toca el alma. Él llama a la puerta de mi corazón en busca de mi amor, adoración y compromiso de vida. Hay un Dios que se preocupa por mí.

En la maravillosa auto-revelación de Dios para nosotros, nuestro Señor se nos ha dado a conocer con un nombre, un nombre personal que describe su amorosa, tierna y misericordiosa atención-Dios es alguien. No es una “cosa”. Dios no es como las impersonales, cósmicas fuerzas dominantes de la tierra. Dios no es esas leyes invisibles que gobiernan el universo, Dios es alguien. Él es una persona, Él vive. No es la ley, Él es la vida. ¡Dios es alguien!

El esfuerzo para despersonalizar a Dios es quitar todo pensamiento de comprensión, simpatía, amor o perdón de él. Cuando despersonalizamos a Dios, le quitamos la rosa y dejamos las espinas. Cuando despersonalizamos a Dios, quitamos el sol del cielo y dejamos nada más que la abismal oscuridad de la medianoche. Dios es alguien. Y Él se refiere a sí mismo miles de veces como “yo” y “mí” y “mío”. Él se revela como una persona.

Dios es alguien. Dios vive, Dios conversa, Dios habla, Dios ve. Y se revela de esa manera personal. Su mismo nombre da a entender su cuidado por nosotros. En la parte posterior del desierto, en una zarza ardiente, Dios el Señor habló a Moisés y le dijo: “Moisés, he visto la aflicción de mi pueblo. Y he oído su clamor. Ven y te enviaré a liberar a mi pueblo de la esclavitud” [Éxodo 3:7,9-10]. Y Moisés dijo: “Señor, cuando me presente ante la gente y les diga que me has enviado y me pregunten ¿cuál es tu nombre? ¿Qué voy a decir?” [Éxodo 3:13]. Y el Señor Dios dijo: “Mi nombre es Yahweh”—Jehová—”Yo soy el que soy” [Éxodo 3:14]. Pero los lingüistas nos dicen que sería una mejor traducción decir: “Seré el que seré”. Es decir: “Cuando vayas ante mi pueblo Israel, y te pregunten cual es mi nombre, les dices que mi nombre es “Yo seré vuestro libertador”. Diles que voy a ser su guía, una columna de fuego de noche y una columna de nube durante el día. Les dices que voy a ser su pastor.

Y a través de todos los años, Él amó, cuidó y guió a su pueblo. No creo que haya nada más contrastante y significativo en toda la Palabra de Dios que un versículo que Isaías sitúa en medio de la descripción de la infinitud del Todopoderoso. Él dice: “He aquí que las naciones son para él como la gota de agua que cae del cubo, y como una mota de polvo en la balanza le son estimadas. He aquí que las islas le son como polvo que se desvanece.” [Isaías 40:15, 17-18]. Y en medio de esa maravillosa descripción de la omnipotencia del Todopoderoso, expresa: Escuchad ” Como pastor apacentará su rebaño.

En su brazo llevará los corderos, junto a su pecho los llevará; y pastoreará con ternura a las recién paridas” [Isaías 40:11].

El gran todopoderoso Creador del mundo es el gran todopoderoso Dios que alimenta  a su rebaño como un pastor; reúne a sus corderos en sus brazos, los lleva en su seno, pastorea con ternura a las recién paridas. Ese es su nombre, su nombre es: “Seré vuestro libertador, vuestro guía, vuestro Salvador, vuestro pastor, vuestro guardián, vuestro compañero a lo largo de todos los años de vuestra peregrinación”. Toda la revelación de Dios en el Antiguo Testamento es así.

No fue menos en el hermoso anuncio del ángel Gabriel a María en Nazaret: ” El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios” [Lucas 1:35]. Y los grandes tratados doctrinales en las epístolas dicen así: Colosenses 1:15; Hebreos 1, versículo 3: “Él es la imagen del Dios invisible,” Y como el Señor le dijo a Felipe: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” [Juan 14:9]. ¡Este es Dios!

¿Cómo es Dios? ¿Le importo? Este es Dios vestido de carne humana y ¿qué clase de persona es? En la descripción del Señor Jesús, los evangelistas dicen: “Al salir Jesús, vio una gran multitud, tuvo compasión de ellos y sanó a los que estaban enfermos” [Mateo 9:36]. Jesús se movió con compasión, su nombre es cada vez más entrañable.

Jesús, ¡cómo nos enseñó! Él dijo: “Hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados” [Mateo 10:30]. No solo sabe nuestros nombres [Juan 10:3], sabe más sobre nosotros que nosotros mismos. Él nos enseñó diciendo: “No hay pájaro que caiga al suelo, del que nuestro Padre celestial no haya seguido su vuelo con destino a la tierra” [Mateo 10:29]. Él nos enseñó acerca de la oveja perdida, la moneda perdida, el hijo perdido [Lucas 15:3-32], y luego agregó: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” [Lucas 19:10].

El gran Dios que cuida de nosotros, Su nombre Yahweh-Jehová. En el capítulo 12 del Evangelio de Juan, Juan dice que cuando Isaías vio al Señor Jehová alto y sublime, Juan dice que vio a Jesús, Jehová, Yahvé [Juan 12:41]. Su nombre en el antiguo pacto: “He escuchado el clamor de mi pueblo. He visto su aflicción” [Éxodo 3:7]. Jehová del Antiguo Testamento es el Señor Jesús del Nuevo Testamento. Movido por la compasión, tocado por nuestras debilidades.

Dios derramó Su Espíritu sin medida sobre la tierra, y ese Espíritu es el Espíritu de Jesús. Cuando yo tengo el Espíritu de Jesús, tengo al mismo Señor Jesús-Dios mismo-y el Espíritu de nuestro Señor se derramó sobre la tierra sin medida [John 3:34]. El Espíritu del Señor siempre es de búsqueda, siempre es atractivo.

En un mundo de pecado, juicio y  oscuridad, Dios se mueve. Se mueve en nuestras naciones, se mueve en nuestras grandes ciudades, se mueve entre nuestra gente. Dios está buscando, siempre cuidando de nosotros como lo hizo en el Jardín del Edén, como lo hizo durante el diluvio en los días de Noé, como lo hizo en los días de Abraham, como lo hizo en los días de Moisés. Durante todos los siglos incalculables Dios se mueve, buscando el cuidado de su pueblo. Y esa búsqueda, siempre es inclusiva, no exclusiva. Rahab, la ramera, está en la genealogía de nuestro Señor Jesús, Ruth, la moabita, está en la genealogía de nuestro Señor Jesús [Mateo 1:5].

El amor de Dios es mayor que la medida de la mente del hombre. Y el corazón del Eterno, maravillosamente amable. Hay un Dios que se preocupa por nosotros. “Seré el que seré. Estaré con vosotros”. En el horno ardiente de Nabucodonosor, estaba allí [Daniel 3:25]. Cuando Esteban fue apedreado, Él estaba allí [Hechos 7:55-59]. Cuando Saulo fue lanzado en la terrible tempestad en el mar, el Señor estaba junto a él esa noche [Hechos 27:23]. Cuando Juan fue exiliado en la isla de Patmos, Jesús estaba allí [Apocalipsis 1:9-13]. ¡Y Él está con nosotros!

¿Por qué Dios no destruye a Satanás? ¿Por qué Dios no echó el pecado fuera de este mundo para siempre? ¿Por qué es que vivimos en esa tribulación y juicio? ¿Por qué? ¿Cuál es el misterio de la iniquidad? Dios propone una cosa mejor para nosotros: Es un secreto que Dios guarda en su corazón que no entendemos ahora, pero esto es parte de su bondad electiva para nosotros: El fuego por el que pasamos, las pruebas que experimentamos.

Una de las grandes doctrinas que encontramos en el libro de Hebreos es esta: Que Jesús, aunque era el Hijo, se perfeccionó a través del sufrimiento. “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia” [Hebrews 5:8]. Se convirtió en nuestro completo, capaz, poderoso Libertador y Salvador, un Sumo Sacerdote compasivo, porque sufrió.

Hay alguna razón por la que Dios nos dirige a través de estas pruebas. Hay un propósito de elección en todo esto y es para nuestra bendición, es por nuestro bien. Y si estáis pasando por una prueba, si tenéis una carga, una frustración, una decepción o desesperación, un dolor, Dios tiene en ello alguna cosa buena para vosotros. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” [Romanos 8:28].

Las providencias de la vida que nos parecen tan crueles, están en el plan de Dios, una parte del propósito electivo por el cual nos está preparando para la vida hermosa y celestial que está por venir.

“Este es mi nombre”, dice. “Mi nombre es Jehová. Mi nombre es “Yo soy el que soy” -Yo soy el que seré. Algún día seré el único soberano del mundo. Satanás ya no nos acusará. Él será atado y arrojado al abismo para siempre jamás [Apocalipsis 20:1-3]. La tierra será purificada de la injusticia y la justicia cubrirá la tierra como las aguas de Dios cubrirán el mar. Y en ese mundo hermoso y definitivo que Dios está preparando ahora, no habrá más muerte, ni llanto, ni dolor. No habrá ninguna de estas cosas que han destruido, arruinado, traído lágrimas a nuestros ojos y roto nuestro corazón. Pero viviremos en su presencia, y entre nosotros en un mundo sin fin. Le veremos [Apocalipsis 22:4]; seremos semejantes a él. Y entraremos y saldremos de su presencia con la bendición de Dios Todopoderoso sobre nosotros [Apocalipsis 21:5; 22:3].

¿Le importamos a Dios? ¿Dios me conoce? ¿Sabe mi nombre? ¿Me ve? ¡Así es Dios! Alguien que ama, me cuida, se compadece, me entiende, busca, salva, perdona, ayuda, alienta y camina a nuestro lado, nos ama cuando somos desagradables, nos ayuda cuando caemos, cuida de nosotros en la vida cuando no podemos cuidar de nosotros mismos, estando junto a nosotros cuando morimos y nos recibe en la gloria cuando llegue el momento de presentarnos delante del Señor. Ese es nuestro gran Dios-Jehová-Jesús, nuestro Señor, nuestro Gran Rey. ¡Amén!

Nuestro Señor, lo que los labios débiles y tartamudos no pueden decir, que el Espíritu Santo le añada significado. Tus misericordias están más allá de nuestra canción o nuestra oración. Tus bondades para nosotros se multiplican cada día. No estamos solos en el mundo, Dios está con nosotros. Él es nuestro amigo y ayudador. Él camina a nuestro lado. Los ojos de la fe lo pueden ver,  los oídos de la fe lo pueden oír y nuestras almas responden a su presencia. ¡Dios se preocupa por nosotros!