La Auto-Revelación de Dios

La Auto-Revelación de Dios

October 19th, 1980 @ 8:15 AM

Hebreos 1:1-2

LA AUTO-REVELACIÓN DE DIOS Dr. W. A. Criswell Hebreos 1:1-2 80-10-19  8:15 a.m.   Les habla el pastor de la Primera Iglesia Bautista de Dallas, y el mensaje de hoy de esta serie sobre bibliología se titula La Auto-Revelación de Dios. En el primer versículo...
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LA AUTO-REVELACIÓN DE DIOS

Dr. W. A. Criswell

Hebreos 1:1-2

80-10-19  8:15 a.m.

 

Les habla el pastor de la Primera Iglesia Bautista de Dallas, y el mensaje de hoy de esta serie sobre bibliología se titula La Auto-Revelación de Dios. En el primer versículo del primer capítulo del primer libro de la Biblia se nos presenta a un Dios que se mueve, que crea y que habla: “Y dijo Dios” [Génesis 1:3]. Luego, en Hebreos 1:1 y 2, tenemos un resumen de la auto-revelación de Dios y la palabra es esta: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo.” La auto-revelación de Dios.

Hablamos primero de la necesidad de la auto-revelación del Todopoderoso. Hay muchas cosas que podemos aprender mediante el estudio y la observación: la tierra y la semilla, el árbol y el fruto, agua y minerales, ganado y peces, la ley de la gravedad y el movimiento de las estrellas. Son casi ilimitadas las cosas que podemos aprender, estudiar y ver a través de la observación. Pero hay muchas cosas, que son los aspectos realmente significativos, que no podemos conocer por la razón; lo que está detrás de las cosas, la verdadera realidad detrás de lo que vemos, no importa lo mucho que estudiemos o cuánto observemos, nunca podremos aprender estos últimos significados. ¿Quién hizo todas estas cosas y por qué? ¿Hay propósito en la vida? Y, si es así, ¿puedo conocerlo? ¿De dónde venimos? Y ¿hacia qué meta nos dirigimos? Ninguna cantidad de estudio u observación nos dará esas respuestas.

La razón, la observación, el estudio, la comprensión, es como una gallina, como un pollo, que incubó una nidada de patitos. Orgullosa se dirigió con ellos a la orilla del agua y se detuvo, pero los patitos siguieron adelante, nadando en el estanque. Para la gallina, para el pollo, esto fue un desarrollo sorprendente. La razón es así. El estudio es así. La observación es así. Puede llegar  lejos, pero no puede ir más lejos. Dios es así. Podemos estudiar las estrellas y el universo y llegar a una conclusión básica y simple, que el que creó este gran universo, debe haber sido alguien de ilimitado y omnipotente poder. Pero, ¿quién es Él? ¿Y cuál es Su nombre? Y ¿Cómo es? Podríamos estudiar las estrellas eternamente y nunca saberlo. Podemos mirar el arco iris, los atardeceres otoñales, las hermosas flores, el color en el mundo y las sombras que juegan en el gran Gran Cañón. Y mirando estas cosas maravillosamente hermosas podemos concluir firmemente que quien creó este universo amaba las cosas bellas. Amaba el color, la proporción. El que lo hizo fue sensible a la belleza estética, pero… ¿quién es Él? ¿Cuál es Su nombre y cómo es?

O bien, podemos estudiar el interior de nuestras almas, nuestros corazones y constitución y mirándonos, definitivamente podemos concluir que quien nos creó es moralmente sensible. El bien y el mal son bien conocidos y sentidos por nosotros, no hay ninguna tribu o familia tan degradada que no sean tan sensibles al bien y el mal en su cultura como nosotros en la nuestra. Podemos así concluir que quien nos creó también es moral. Pero, ¿quién es Él y cuál es su nombre? ¿Me conoce? ¿Hay propósito en mi vida? Y ¿Me ha creado con alguna misión, algún trabajo o alguna tarea? ¿Quién es el que está detrás de todos los fenómenos que vemos externamente?

Esa es la necesidad de la auto-revelación de Dios. Si Él no se revela a Sí mismo, nunca podríamos conocerlo. Y ese es el mensaje de la Biblia. Dios nos habla con lenguaje, en palabras. Dios hace sus obras, ante nosotros, escrito en las páginas sagradas. Y podemos pensar sus pensamientos, podemos verle moverse, podemos sentir su mensaje en nuestro corazón y podemos responder con nuestras almas. Es por eso que en la Biblia se da a la auto-revelación de Dios. Dios se presenta a sí mismo, se da a conocer, en las páginas de las Sagradas Escrituras.

Y lo que podemos descubrir por nosotros mismos no está en la Biblia. Lo que está en la Biblia es lo que no hubiéramos podido conocer de otra manera. Pero lo que podemos descubrir por nosotros mismos no está en la Biblia. Los continentes, ¿dónde están? Podemos descubrir esto por nosotros mismos. ¿Dónde están las grandes cordilleras de la tierra? ¿Dónde están los valles? ¿Dónde están las fuentes de los ríos y arroyos de la tierra? Podemos encontrarlo por nosotros mismos.

Creo que no he vivido un momento más emocionante que cuando estuve en la fuente del Nilo. Durante los siglos de la antigüedad el Nilo y su ascenso y descenso fue un misterio para todos los geógrafos, topógrafos e historiadores. Para toda la cultura y la civilización del mundo antiguo, era un misterio. Y David Livingstone perdió su vida tratando de encontrar la fuente del Nilo y nunca la encontró. Pero yo estuve allí, donde se precipita y se desborda en el gran lago Victoria. ¿Por qué no está esto en la Biblia? Podíamos descubrirlo, con el tiempo, por nosotros mismos.

Lo mismo pasa con todas las leyes del movimiento y del universo, el aprovechamiento de la electricidad o la penicilina, podemos aprender estas cosas por nosotros mismos. Pero la Biblia se dirige a nuestras almas humanas y la necesidad de nuestros corazones. No revela estas cosas de la horticultura, de la química, de la biología, de la trigonometría o de todas las demás ciencias que cautivan nuestro tiempo moderno. Podemos aprender estas cosas por nosotros mismos. Pero no podemos aprender de Dios, no a menos que se revele a Sí mismo. Y ese es el propósito de las Sagradas Escrituras, que podamos conocerlo.

Encontramos un ejemplo conmovedor de esto en la vida de nuestro Señor. Está al otro lado del Mar de Galilea en un desierto, y hay cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños, en torno a él. Se han quedado con él, escuchando su palabra, todo el día. Y llega la noche. Cuando uno de los discípulos sugiere que los envíe a sus casas el Señor dice: “Están cansados ​​y débiles. Y necesitan ser alimentados. Caerán en el desierto.” Y ellos respondieron:” ¿Cómo puedes alimentar a una multitud tan grande?“ Y Andrés dijo: no tenemos nada más que el almuerzo de un niño pequeño  [Juan 6:8-9]. Y el Señor toma los panes, la pequeña torta de almuerzo del muchacho y la parte. Y él la parte y la parte hasta que alimenta a los cinco mil.

Ahora me puedo imaginar un cínico, un crítico, de pie al margen, mientras observa al Señor alimentando a los cinco mil, partiendo el pan. Y el cínico, mientras observa al Señor partirlo y alimentando a la gente hambrienta, dice: “¿Cómo? ¿Cómo Señor? Qué repugnante. ¿Por qué no les da rubíes, esmeraldas y diamantes? Serían mucho más lujosos, ornamentales y duraderos. ¿Por qué no les das joyas en lugar de pan?” Porque estaban hambrientos…pan, lo que necesitaban era pan.

Una vez escuché de un hombre que tenía un deseo insaciable de diamantes. Había oído que al otro lado del desierto había diamantes. Así que se preparó para el viaje y en medio de las vastas arenas infinitas, se perdió. Dando tumbos de duna en duna de arena, finalmente se derrumbó en el desierto. Consiguió la fuerza suficiente para caminar unos pocos pasos más y vio semienterrada en la arena una cantimplora de agua. Con un grito de júbilo y expectación por la vida misma, se abrió paso, se arrastró hasta la cantimplora de agua, medio enterrada en la arena. Con mano temblorosa, la levantó, quitó el tapón y se llevó la cantimplora a la boca para beber de su agua de vida. Al alzar la cantimplora para beber, en vez de agua, se derramó una hermosa, brillante, corriente de diamantes resplandecientes, una cantimplora llena de diamantes. En la desesperación y la agonía, la tomó y la tiró y esas joyas, pasaron inadvertidas en la arena ardiente.

Lo que pensamos que necesitamos es muchas veces diferente a lo que realmente necesitamos. Lo que necesitamos para nuestra alma, nuestro corazón, nuestra vida, nuestra salvación, es a Dios. Y la única manera de conocer a Dios es en Su auto-revelación. Debe revelarse a sí mismo, y Dios responde a las necesidades humanas. Él habló a Adán, a Noé, a Abraham, a Israel, a David, a Isaías, a Juan el Bautista, a Pablo, a los apóstoles y, sobre todo, por medio de Jesús, nuestro Señor. “Dios, habiendo hablado muchas veces y de diversas maneras habló a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por su Hijo” [Hebreos 11:1-2]; la auto-revelación de Dios.

Después de haber hablado de la necesidad de la auto-revelación de Dios: que no podríamos conocerle de ninguna otra manera y nuestros corazones no pueden alimentarse de piedra, tenemos que tener el pan de la vida; en segundo lugar, vamos a hablar de la necesidad de la progresiva y completa auto-revelación de Dios. ¿Por qué Dios no revela todo de sí mismo, sus mandamientos, su verdad? ¿Por qué no lo hizo en el principio? ¿Por qué hay un despliegue gradual, progresivo de Dios y de la revelación misericordiosa de Dios para nosotros en la Biblia? ¿Por qué no lo hace en la primera página del primer capítulo? Hay cientos y cientos de páginas de aquí hasta que finalmente llegamos a la plena revelación de Cristo. “Dios, habiendo hablado muchas veces y de diversas maneras, habló por los profetas”, esperó hasta los últimos días para hablarnos totalmente a través del Hijo. ¿Por qué esa revelación progresiva y gradual de Dios?

La respuesta está en nosotros, no en Dios. No está en la naturaleza de Dios que la revelación tenga que darse a conocer poco a poco, precepto a precepto, un poco aquí y otro poco allí. Pero es debido a nuestra naturaleza. Estamos tan caídos, somos tan pecadores, tan tercos, tan ignorantes y tan lentos para obedecer que Dios tiene que guiarnos, poco a poco, como a niños. La revelación es gradual, progresiva y completa debido a nuestra voluntad obstinada.

Miremos lo que nos enseña la Palabra de Dios. En el capítulo diecinueve del libro de Mateo, el Señor está respondiendo a las preguntas sobre el divorcio y le dicen: “¿Por qué nos mandó Moisés dar carta de divorcio y repudiarla?” Eso es lo que se dijo en el Antiguo Pacto. Solo tiene que escribirla, dársela y echarla. Mandarla a morir de hambre, enviarla a recorrer su propio camino. Solo tienes que escribirla, dársela y sacarla de la casa. ¿Por qué Moisés hizo eso? Y Jesús les dijo:” Moisés, por la dureza de vuestro corazón os permitió repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así. Dios hizo un hombre para una mujer. Y la razón por la que Moisés hizo eso se debe a la dureza de vuestros corazones”.

Veamos de nuevo la revelación progresiva de Dios. El Señor dice a Simón Pedro en Juan 13:7, cuando está lavando los pies de los apóstoles, y llega a él encontrándose con su negativa: ” Lo que yo hago, no lo entiendes ahora; pero lo entenderás después”. Otro día, en otro momento, en la plenitud de la revelación lo entenderás.

Una vez más, en Juan 16 versículo 12, Él dice en este último mensaje antes de ser crucificado. Él dice a Sus discípulos en Juan 16:12: “Yo todavía tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar”. La revelación fue gradual, completa con el paso del tiempo debido a la torpeza de nuestra percepción y nuestra incapacidad para recibirla. Así que la Biblia se va abriendo cada vez más como una flor, y llegamos a la raíz y finalmente a la plena floración a través de todas las páginas de la Biblia.

El Señor habló a un individuo como Noé, le dijo lo que tenía que hacer. El Señor habló a Israel por medio de Moisés, le dijo lo que Israel tenía que hacer. El Señor habló a las naciones a través de Isaías, le dijo lo que tenían que hacer. El Señor habló por medio del apóstol Pablo, le dijo lo que todos nosotros tenemos que hacer. La revelación es progresiva y completa, y lo que Dios dijo a Noé era suficiente para los días de Noé. Lo que Dios le dijo a Moisés era suficiente para el día de Israel. Lo que Dios le dijo a Isaías y Jeremías fue suficiente para aquellos días de las naciones. Y lo que Dios habla a través de Jesús y por medio de Pablo es suficiente para nuestros días y para todos los días hasta la consumación de los tiempos.

Así que el Señor está hablando por los apóstoles y los profetas: ellos  escriben sus mandamientos y Su auto-revelación. Y lo hacen en páginas claras y comprensibles, escriben la auto-revelación de la voluntad de Dios para nuestros días y para nuestro tiempo. Hay una maravillosa descripción del libro sagrado de Dios cuando Simón Pedro escribe en el primer capítulo de 2 Pedro: “Pero antes que nada deben entender esto: Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque la profecía nunca estuvo bajo el control de la voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron bajo el control del Espíritu Santo” [2 Pedro 1:20-21].

Ahora, permítanme abordar esas dos palabras fundamentales, mirémoslas, esta es mi traducción de esas palabras: “Pero ninguna profecía del antiguo pacto, o el Antiguo Testamento, ninguna profecía de la Escritura es privada.” Ahora bien, idios significa “de uno mismo, propiedad privada.” Lo que particularmente e inusualmente te pertenece solo a ti, a nadie más, solo a ti. Por eso la palabra idios se traduce aquí como “privado.” Se refiere a algo que es claramente y completamente tuyo. No es de nadie más, tuyo. Muy bien, ahora la palabra traducida como “interpretación” aquí es epilusis que en realidad, significa literalmente “liberación.” Pero en el contexto, se refiere al origen, procedencia, la traducción real es: “Ninguna profecía de la Escritura es de propia creación privada de nadie” [2 Pedro 1:20]. No salió de él, de él mismo. Él no la pensó, él no la originó. No es suya.

“Pero”, y luego describe de dónde vino la profecía, “la profecía nunca estuvo bajo el control de la voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron bajo el control del Espíritu Santo”  [2 Pedro 1:21]. Ahora, en 1 Pedro capítulo 1, dice que cuando los profetas hablaban, cuando compartían el mensaje, no venía de ellos mismos, no se originaba en ellos, sino que se originaba por el Espíritu de Dios. Cuando llegó la profecía dice que “Los profetas que hablaron de la gracia destinada a ustedes, estudiaron e investigaron con detalle todo acerca de esta salvación. Ellos querían determinar a quién y a qué momento se refería el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, cuando anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo y las glorias que les seguirían. Dios les hizo saber que su tarea no era para ellos mismos, sino para nosotros, y que solo administraban lo que a ustedes ahora les anuncian aquellos que les han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo” [1 Pedro 1:10-12].

Estos hombres a través de quienes Dios les dio esta revelación de Sí mismo, los profetas y los apóstoles que escriben aquí en la Biblia, el mensaje que escriben no es de ellos mismos, sino Dios los dirigió en lo que decían. Y, por supuesto, creo que la dirección del Espíritu Santo de Dios, mientras los profetas y apóstoles escribían la santa revelación del Todopoderoso es sin error, es infalible. Es siempre fiel a esa revelación fija de Dios en el cielo.

La primera discusión sobre la auto-revelación de Dios era Su necesidad; que no puedo, a través del estudio o la observación, conocer a Dios. Debe revelarse a mí. Se debe dar a conocer a Sí mismo. Él me debe decir cuál es Su nombre, cómo es y qué es lo que dice. Dios debe revelarse a mí.

El segundo punto es que la revelación de Dios, debido a mi naturaleza caída, va poco a poco, precepto a precepto, como al guiar a un niño, como enseñándole, y Dios lo hizo en la plenitud de la revelación de Sí mismo en la Palabra del Señor y, finalmente, en la plenitud de Cristo Jesús. E hizo este escrito para nosotros, en lenguaje, a través de los profetas y de los apóstoles. Y ellos escribieron las palabras de Dios por el Espíritu Santo y las palabras son infalibles, son correctas, son verdaderas. Esta es la revelación de Dios para nosotros.

Ahora, la tercera y última parte de la discusión. Es una necesidad que Dios haga esto por nosotros, para que nosotros podamos tener una verdad, una base, una autoridad sobre la cual construir nuestra vida, nuestra esperanza, nuestra doctrina, nuestra iglesia, toda visión que tenemos para el futuro. Debo tener una verdad y una autoridad sobre la cual construir mi fe y mi vida y sin ella no tengo ningún fundamento en absoluto. Toda fe es así. Toda religión es así. Todas las filosofías de la vida son así. Tienen que estar construidas sobre una   verdad o algún tipo de autoridad.

Ahora, cojamos la religión, solo nuestra fe, nuestras almas, nuestras vidas. ¿Dónde está la verdad? ¿Dónde está la autoridad sobre la cual podemos construir nuestras vidas, construir nuestra iglesia, construir nuestra fe, afrontar el futuro? ¿Dónde está la verdad y la autoridad? Son millones los que encuentran la base de esta autoridad en la Iglesia Católica. Y puedo entender por qué, que millones de personas descansen cómodamente y a gusto en la Iglesia Católica. Una vez escuché a uno de sus ministros decir: “Usted se queda con la madre Iglesia, y la madre Iglesia le llevará al cielo.” Solo quédate en ella. Cipriano, uno de los antiguos Padres de la Iglesia, que vivió en los 200s, dijo, “El que no tiene la iglesia como madre no tiene a Dios como Padre.” Y el gran padre latino, una de las mentes más grandes de todos los tiempos, Agustín dijo: “Yo no creo en la Escritura a menos que la autoridad de la Iglesia lo confirme.” Esa es una de las bases de la vida, de la doctrina, de la esperanza, de la salvación, es la iglesia. La Iglesia Católica lo dice, por lo tanto, es verdad.

Las doctrinas que se promulgan en la autoridad de la iglesia son muchísimas. Una de ellas sería la inmaculada concepción de María. Que ella nació sin pecado. No hay nada como esto en ningún sitio salvo en la iglesia. La iglesia lo dice, por lo tanto, es cierto. Es un dogma que deben creer. Otra sería la asunción corporal de María al cielo. Estuve frente a la tumba de María en Jerusalén, y en ese mismo año, me encontraba en el Vaticano en 1950, cuando se promulgó la doctrina de la asunción corporal de María al cielo. Mil novecientos cincuenta años señalaron la tumba de María, pero en 1950 se promulgó la doctrina de que fue sepultada y ascendió corporalmente al cielo. Porque la iglesia lo dijo. O la doctrina de los tesoros de mérito, sobre la base de que podían vender indulgencias. La Iglesia Católica lo dijo. O la doctrina de la infalibilidad del Papa, la iglesia lo dice.

Es algo grande si lo crees, algo tremendo. Es cierto porque la Iglesia Católica dice que es verdad. Y la infalibilidad de la Iglesia en sus declaraciones es siempre una base sobre la que descansa su corazón y su vida. Y hay millones y millones que pueden hacer eso con gran facilidad y tranquilidad de corazón. Una cosa es cierta, porque la iglesia dice que es verdad.

Ahora, en nuestra generación, hay otros cientos de miles que han llegado a creer en el existencialismo. Han llegado a creer en lo que se llama neo-ortodoxia que consiste en esto: que una cosa es cierta, si es cierta para ti. En esa doctrina, basamos la verdad en la experiencia. Una cosa no es verdad si no es verdad para mí. La Biblia no es cierta si no es cierta para mí. Jesús no es cierto a menos que Él sea verdad para mí y mi experiencia. Cualquier cosa es verdad solo si la he experimentado. Existencialismo. Esta es una doctrina, que si se pudiera seguir, estaría muy bien.

Charles Haddon Spurgeon dijo: “La naturaleza del hombre no es una mentira organizada, pero la conciencia humana,” la experiencia humana “, ha sido deformada por el pecado.” Sería muy, muy fácil para un hombre decir: “Voy a seguir mis propias afinidades y preferencias. Es lo que siento y lo que pienso lo que será la autoridad de mi vida.” Eso estaría bien si no fuera por el hecho de que somos unos, como dice Spurgeon, un pueblo deformado y caído. No me puedo guiar por mi experiencia, me puede engañar. Mi experiencia debe ser probada por una gran revelación de Dios, y no la revelación de Dios probada por mi experiencia.

“Bueno, pastor, si la base de nuestras vidas y el fundamento de nuestra esperanza no está en una jerarquía en la iglesia, ni en la experiencia, entonces, ¿dónde puedo encontrar la gran verdad fundamental sobre la cual mi esperanza, mi vida y mi salvación dependen? ¿Dónde puedo encontrarla? ”

Bueno, ya sabes la respuesta. Es el sermón de esta mañana. La encuentro en la auto-revelación de Dios en las Sagradas Escrituras. Es verdad porque Dios lo reveló en Su Palabra. Yo puedo estar tranquilo en mi corazón, creyendo las promesas de Jesús. Dijo que si confío en Él, Él me llevará adelante. Dijo que, si le doy mi corazón y mi vida a él, escribiría mi nombre en el libro sagrado de la vida. Él dijo: “Venid conmigo, y os llevaré a las puertas del cielo.” Él dijo: “Oíd mi voz y os tendréis vida y la tendréis en abundancia” [Juan 10:10].

Así que en nuestro compromiso y en nuestra fe, basamos todas las esperanzas de nuestras almas en la promesa eterna e inmutable de Dios revelada en Su Santa Palabra.

Que el Señor bendiga el mensaje en nuestros corazones y nos dé una disposición maravillosa para escuchar la voz de Dios, que nos habla en estas páginas Sagradas y nos dé su Espíritu, doble porción, que comprometamos nuestros corazones y vidas a Él en el hermoso discipulado y siguiendo a Dios.

 

Nuestro Señor, creemos y confiamos en la Palabra y la promesa de nuestro bendito Salvador, “El que viene a mí, no le echo fuera”  [Juan 6:37]. Como la serpiente fue levantada en el desierto, el Hijo del Hombre será levantado y el que lo mire, vivirá [Juan 3:14-15]. Con fe y confianza, Señor, nos inclinamos a Tus amados pies.