La Iglesia Bien Ordenada

La Iglesia Bien Ordenada

February 7th, 1982 @ 10:50 AM

1 Corintios 14:40

LA IGLESIA BIEN ORDENADA Dr. W. A. Criswell 1 Corintios 14:40 2-7-82     10:50 a.m.   Esta es la Primera Iglesia Bautista de Dallas, y yo soy el pastor trayendo el mensaje titulado La Iglesia Bien Ordenada: la hermosa iglesia. El texto que nos presenta tal congregación...
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LA IGLESIA BIEN ORDENADA

Dr. W. A. Criswell

1 Corintios 14:40

2-7-82     10:50 a.m.

 

Esta es la Primera Iglesia Bautista de Dallas, y yo soy el pastor trayendo el mensaje titulado La Iglesia Bien Ordenada: la hermosa iglesia. El texto que nos presenta tal congregación es 1 Corintios capítulo 14, el último versículo, el 40: “…pero hágase todo decentemente y con orden”. Si nos fijamos detenidamente en las palabras, esto tendrá mucho más sentido para nosotros que la sencilla traducción “decente ” y “orden”. Hay un término griego euschemonos en forma adverbial que significa “aparentemente convirtiéndose en costumbre y manera”. La forma sustantiva de la palabra es euschemon, la iglesia euschemon. Ese “eu ” es familiar para nosotros, porque muchas de nuestras palabras comienzan con “eu”. La “eu” es un prefijo, un prefijo griego que significa “bueno, agradable, hermoso”.

Lo vemos en la palabra “Eucaristía”, una hermosa acción de gracias; “eugenesia”, espléndida herencia, la base genética de la vida humana, la eugenesia; “eufónico “, un sonido hermoso; “eufemismo”, hablar de forma hermosa; “euforia”, sensación hermosa; “eutanasia”, muerte hermosa. Busqué en un diccionario ordinario y conté treinta y ocho palabras construidas con el prefijo “eu”: bonito, agradable, bueno.

La segunda parte de ese compuesto, es la palabra schema. Ese término significa la forma de responder a la presencia de un hombre, cómo impresiona en toda su forma y características: su porte, su gracia, su hablar, su manera; schema, la moda del hombre. En Filipenses 2 y 7, Pablo usa esta palabra para describir a nuestro Señor Jesús cuando se despojó a sí mismo, “y se hizo schema a los hombres”. Todas las impresiones que un hombre te produce en tus cinco sentidos cuando lo conoces, esa es la palabra schema. Así euschemon se refiere a una hermosa presencia ya sea la de un hombre o una congregación, cuando los ves, cuando te reúnes con ellos.

La otra palabra que se usa allí, “en orden”, es taxis [1 Corintios 14:40]. Josefo usa esta palabra para describir un campamento militar romano. Estaba muy bien, felizmente ordenado, taxis. Él lo utiliza para describir los servicios de adoración de los esenios, la secta de los judíos que vivía en esas cuevas junto al Mar Muerto y que escribió esos pergaminos del Mar Muerto, uno de los mayores descubrimientos arqueológicos de todos los tiempos. Josefo usa la palabra para describir sus servicios. Eran de lo más ordenado, en orden.

Y, por supuesto, Pablo la utiliza aquí para describir la iglesia euschemon, la iglesia bellamente ordenada. Él nos encomienda a tal congregación del Señor. Cuando la vemos, y nuestros cinco sentidos responden a ella, esta debería estar muy bien ordenada. La impresión debe ser agradable y favorable.

En sus servicios de adoración, en su organización, en sus ministerios de alcance, en todos los programas multifacéticos a los que se da, debería ser muy ordenada, con una conducta ejemplar educada y bien vista. La impresión debería ser de piadosa y celestial. Ahora, ¿dónde se encuentra tal iglesia? Se podría pensar en el cielo. Ahí es donde se puede encontrar una congregación de santos tan bien educados, allá en la gloria del Señor. Pero no se hace referencia aquí en las Escrituras a dicha localización de esa iglesia bien ordenada, bien educada del Señor.

Cuando leemos en la Biblia, las iglesias están todas aquí. Una de ellas se encuentra en Roma. En la Biblia, una de ellas está en Corinto, otra está en Éfeso, otra se encuentra en Antioquía, en Filipos, en Tesalónica, estaban ubicadas en este mundo y en las abarrotadas ciudades del Imperio Romano.

Por ejemplo, la carta de Pablo que he elegido como texto de base, comienza así: “Pablo, apóstol de Jesucristo, a la Iglesia de Dios en Corinto”  [1 Corintios 1:1-2]. Ahora decidme, ¿alguna vez en toda vuestra vida habéis visto dos opuestos tan diametralmente? Reunidos en una breve frase: “la iglesia de Dios en Corinto”, esta congregación del Señor, que ama al Señor, adora a Dios, vive en la voluntad y el plan de Dios, tiene la bendición de Dios sobre ellos, la iglesia de Dios en Corinto.

Todas esas antiguas ciudades griegas eran indescriptiblemente repugnantes y malvadas, licenciosas en extremo. Pero de todas las ciudades griegas licenciosas e inicuas del mundo antiguo, ninguna era tan vil y malvada como Corinto. Se había acuñado la palabra “corintio” para referirse a una persona disoluta y licenciosa. Tan malvada y depravada era esa ciudad, que un “corintio” era el tipo de persona más vil. Sin embargo, las dos están juntas aquí: la iglesia de Dios, la santa congregación del Señor en Corinto. Bueno, tal vez ahí era donde debía estar, y cuanto más abarrotada estaba la ciudad, más seria, profunda y eternamente necesaria era su presencia.

Podría imaginar fácilmente que Dios hubiera planeado que el apóstol junto a su pueblo vivieran separados del mundo en alguna hermosa isla griega. Si habéis estado allí, sabréis que el archipiélago griego contiene cientos de esas islas. Cuando Lord Byron, el gran poeta inglés, visitó Grecia, ¿recordáis la exclamación que hizo en uno de sus grandes poemas? “Las islas de Grecia, las islas de Grecia, donde la ardiente Safo”, la gloriosa poetisa “donde la ardiente Safo amó y cantó”. ¿Por qué Dios no tomó a su hermosa congregación y la colocó separada del mundo en alguna de las hermosas islas griegas? Él no lo hizo. La puso en el corazón de las superpobladas ciudades antiguas.

Y la iglesia de hoy, a mi parecer, pertenece donde miles y millones de personas necesitan que la luz del cielo brille sobre ellos. No podría pensar en la ciudad de Nueva York sin pensar en la Catedral de San Patricio en el centro de la misma, justo en el corazón de la isla de Manhattan. No podría pensar en Londres sin pensar en la Catedral de St. Paul, en el corazón de la ciudad, donde están todos los periódicos en Fleetwood Street, justo en la puerta de la gran casa de Dios. No podría pensar en París sin pensar en Notre Dame, en esa pequeña isla en el río Sena, en el centro y el corazón de la capital de Francia.

La hermosa y bien ordenada iglesia de Dios en Corinto, en la ciudad, no solo en su localización vemos que las manos de Dios la han colocado en el corazón de la ciudad, sino en su hermosa comunión. El recuerdo de su cuidado compasivo, es celestial de contemplar. La impresión que se tiene cuando uno mira y los cinco sentidos la miden, juzgan y describen. Por ejemplo, en el quinto capítulo de la primera carta pastoral escrita por Pablo a su hijo en el ministerio, Timoteo, él dice que debemos tratar a los ancianos como padres, y a los hombres más jóvenes, como a hermanos. Tenemos que tratar a las mujeres mayores como madres, y a las mujeres más jóvenes, como a hermanas. ¿No es una maravillosa manera de ser? Una mujer mayor, como mi madre; una mujer más joven, mi hermana; un hombre mayor, como mi padre y un hombre más joven como mi hermano, qué hermosa manera de vernos, de saludarnos; en deferencia, amarnos unos a los otros. A continuación, el versículo siguiente, habla de honrar a las viudas [1 Timoteo 5:1-3]. Y después, en los párrafos que continúan, describe cómo debe ser esa hermosa iglesia, bien ordenada hacia los necesitados, y en especial hacia la viuda.

La hermosa iglesia, la iglesia bien ordenada, la iglesia que brilla para Dios. ¿Hay alguna persona con problemas en nuestra iglesia? ¿La muerte ha entrado en algún hogar? ¿Hay dolor, enfermedad o angustia? En la hermosa y bien ordenada iglesia de Cristo, estamos para orar, animar, levantar, traer la presencia y la bendición de Dios. Una cosa preciosa, una cosa hermosa, la iglesia bien ordenada de Dios.

Cuando se habla en este pasaje acerca de los necesitados, hay un versículo que sorprendente para mí. Dice en 1 Timoteo  5:8: ” Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo”. Oh, cuán ligada está la fe con una parte intrínseca de la conducta del hijo de Dios. Aprendemos esto cuando entramos a la fe y a la vida cristiana, está interconectado con todo lo que tocamos en la vida, nuestras familias, hogares, hijos, nuestro negocio y trabajo, el estado, la ciudad, la nación, todo el mundo.

Es un descubrimiento asombroso si no lo has pensado. Nacemos en la iglesia de uno en uno, tal y como hemos nacido en este mundo. Somos bautizados en la iglesia de uno en uno, por el Espíritu Santo de Dios. Es muy personal y muy individual. Pero cuando nacemos en el mundo, y cuando hemos nacido en el reino de Dios, y cuando somos bautizados en la comunión de la iglesia, inmediatamente nos encontramos con una gran cantidad de problemas, de decisiones, de opciones, de interacciones.

Una de las cosas que he notado en la Biblia, después de ponerse en marcha la iglesia, siguen en el Nuevo Testamento las cartas de Pablo a las iglesias y la primera, es la carta a la iglesia en Roma. Es un tratado doctrinal. La segunda carta es a la iglesia en Corinto, 1 Corintios, y toda esa carta se refiere a los problemas que las iglesias enfrentan.

Hay divisiones en la iglesia y él habla de eso. Luego se habla de incesto en la iglesia. También se habla de litigios en la iglesia, de ir a juicio, él habla de eso. Luego habla de lo sacrificado a los ídolos, del matrimonio y de cómo debemos casarnos en el Señor,  él habla de eso. También habla de la forma de vestir en la casa de Dios. Luego, de los malos usos en la alabanza, entonces habla de las ordenanzas y finalmente llega a la ofrenda para los santos. La Biblia es así y refleja nuestra propia experiencia. Entramos en el reino de Dios en un gran acto de fe y compromiso. Pero una vez que hemos llegado, inmediatamente, nos encontramos con decisiones, interacciones y problemas. ¡Oh, las muchas cosas que asaltan a la iglesia de Dios en Corinto!

Ahora como vivimos en la ciudad y en nuestro mundo, se nos da una hermosa, maravillosa y admirable fortaleza y ánimo. Pablo habla de ello en esta encíclica que escribió a todas las iglesias. La llamamos Efesios. La primera parte de Efesios, típico de las cartas de Pablo, capítulos  1 a 4, es una discusión sobre el tema de los cielos. Y la última parte es una discusión de los problemas que tenemos en nuestra vida diaria: padres, madres, hijos, trabajadores y maestros, todos, una revelación completa de Dios respecto a la iglesia de Dios en Corinto y en Éfeso.

A medida que nos enfrentamos a nuestros problemas y tomamos nuestras decisiones, mientras vivimos nuestras vidas en esta ciudad rebosante y en este mundo tan complejo, el Apóstol escribe sobre nuestra unidad y la fuente de la fuerza de nuestro testimonio y de nuestra vida. Él dice:

Esforzándose—trabajando—en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Porque hay un solo Espíritu, hay una sola fe y hay un solo Señor, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.

[Efesios 4:3-6]

Oh, qué magnífico torrente de bendición que Dios ha hecho visible, experimental y real en esta iglesia bellamente ordenada en Corinto, en Éfeso, en Dallas. Habla primero de la unidad del Espíritu. El Espíritu Santo de Dios nos santifica, nos informa, nos guía a todos nosotros en nuestro trabajo, en nuestra casa, en todo aquello en que ponemos el corazón y las manos.

Y cuando estamos juntos, trayendo el Espíritu de Dios en tu corazón y todos juntos con el Espíritu de Dios en nuestros corazones, pensad en la belleza, el poder, la gloria y el significado de nuestra adoración en el nombre del Señor.

Podemos contristar al Espíritu Santo [Efesios 4:30]. Nosotros le podemos hacer daño. Y Él puede retirar su bendición de nosotros, pero nunca nos deja. Él es nuestro para siempre. “Yo le enviaré “, dijo Jesús, “para que esté con vosotros para siempre” [Juan 14:16]. Y ese Espíritu Santo en nosotros nos guía, nos bendice, nos fortalece. Cuando nos reunimos, sentimos el movimiento de su Espíritu en la congregación: ¡esa hermosa iglesia!

¿Vemos de nuevo? Pablo habla de la fe que tenemos, una sola fe [Efesios 4:5]. Hay una regla, un orden y una fuente de instrucción, de enseñanza y la doctrina para todos nosotros. Tengo aquí en mi mano, las inspiradas, infalibles, Escrituras de Dios.  Así como hay un cuerpo de verdad, un cuerpo objetivo de la verdad poseído por la física o la química o la astronomía, también hay un cuerpo objetivo de la verdad en la reglamentación, la doctrina y la fe de Dios para nosotros. No es metafísico. No es especulativo. Es real y actual. Podéis tenerla en la mano, así como podemos sostener un libro de física en la mano. Puedo sostener un libro de química, o un libro de medicina, o un libro de astronomía en la mano. Puedo sostener en la mano la verdad objetiva de la fe de Dios, la revelación de Dios, la verdad de Dios. Y puedo leerla, una revelación objetiva – no esotérica, no hacia adentro, sino hacia el exterior – objetiva. Puedo sostenerla en la mano.

La idea que un hombre tiene de Dios, o la idea que un hombre tiene de la religión, no es mejor que la idea de otro hombre. No es metafísica. No es especulativa. No es dudosa. Está escrito. Se puso de manifiesto. Es objetivo. Vino de Dios, no del hombre. Y sencillamente se tiene que enseñar, predicar en la congregación de Jehová. Es así: la idea de un hombre, la especulación sobre la causa y la cura de, por ejemplo, la viruela no es tan buena como la de otro hombre.

Cuando fui a la parte central de África, llegué a una casa, una casa de adobe con techo de paja, y en el patio había una vieja escoba. En la parte superior de la casa, de la misma casa, había otra escoba vieja. Me pareció divertido ver una vieja escoba allí y una vieja escoba aquí abajo. El misionero me dijo: “Hay viruela en esta casa, y esta es su curación”. La cura para la viruela, de acuerdo con la orden del médico brujo, consistía en lanzar una vieja escoba a la parte superior del techo de paja y tirar una vieja escoba en el patio. No me sorprendió cuando el misionero dijo: “Y la viruela el año pasado casi destruyó toda la tribu”. La idea de un hombre sobre la viruela no es tan buena como la de Pasteur, quien dijo que es causada por un germen y nos vacunamos contra ella.

Por lo tanto, se trata de la verdad objetiva de Dios. La especulación de un hombre o las búsquedas metafísicas dudosas o forenses no son tan buenas como lo que Dios ha dicho. Es una verdad objetiva, y podemos leerla, estudiarla y aprenderla por nosotros mismos. Dios habla al corazón que oye y escucha, habla claramente en su idioma: ” Oíd y escuchadme”, dijo Isaías, “y vivirá vuestra alma”.

Una fe, una regla, una revelación objetiva, y un solo Señor y Dios de todos nosotros. Un solo Señor, un Dios de todos nosotros que vive en nosotros, a través de nosotros, con nosotros, nuestro maravilloso Señor.

¡Oh Señor! Todos nuestros corazones en la hermosa iglesia están unidos con cadenas de oro que van  desde la tierra al cielo y son sostenidos por las amadas manos de nuestro Dios. Nadie puede romper esas cadenas que nos atan al corazón de nuestro Señor. Creo que uno de los párrafos más triunfantes en toda la Palabra de Dios es el fin de ese tremendo capítulo 8 del libro de Romanos. Pablo dice:

Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.

[Romanos 8:38-39]

Señor nuestro, ¿podría ser algo más precioso que el que Dios nos ame? Que Él viniera a este mundo en schema, en apariencia, de hombre [Filipenses 2:8], un hombre que pudimos ver y tocar, cuya forma y presencia podríamos considerar, que sufrió por nuestros pecados, que murió por ellos, que resucitó para nuestra justificación, para que seamos declarados justos en la presencia del Dios santo y grande! ¡Oh Señor, Señor, lo que Tú has hecho por nosotros!